Vacío

Vacío

Irrumpió en la habitación casi con violencia, y a pesar de la fuerza con que abrió la puerta y el molesto ruido que ésta produjo al golpear contra la pared, la mujer no se inmutó, permaneció impasible.

Se sintió avergonzado. Qué pretendía lograr con esa actitud, qué esperaba descubrir al entrar así… sin avisar, sin llamar. El sólo deseaba una reacción por parte de ella: un sobresalto, un pequeño brinco, un grito, un insulto, un susurro siquiera, una señal… algo.

A él, ella le seguía pareciendo una mujer de un gran atractivo físico. Apenas habló esa tarde. Sus ojos estaban clavados en la chimenea, observando absorta cómo la encina envuelta por las llamas libraba una batalla perdida. Sin darse cuenta fue echando el cuerpo hacia delante, como cuando estás viendo una película y en lo más interesante, un resorte invisible te forzara a ello. El, aprovechó esa fijación casi hipnótica en la que la mujer se encontraba para deleitarse mirándola. La amaba. Fue hacia ella y tomó sus manos entre las suyas. La mujer por unos instantes participó de la caricia, aunque asustada se refugió contra el respaldo del sillón alejándose de la presencia del extraño. El, nervioso, rebuscó en su cartera, sacó una fotografía y en un intento de calmarla se la mostró. Ella la observó con detenimiento. ¿Son tus hijos? Preguntó. El hombre asintió con la cabeza. ¿Tu mujer? Volvió a preguntar. respondió él. Es muy hermosa concluyó ella, y entre suaves bostezos se fue quedando dormida. El la arropó, le besó los labios, se dirigió hacia la puerta y antes de salir mirando la fotografía murmuró  «Lograré que me ames de nuevo, ya que no puedo entrar en tu memoria intentaré entrar en tu corazón». Abandonó la estancia como el que abandona la nada. Saboreando el vacío.

Mercedes León.

 

Este breve relato está dedicado a todas las personas que padecen Alzheimer, a todas las personas que en un momento de sus vidas dejaron de fijarse en un punto y pasaron a fijarse en una línea. Una línea lejana que separa el cielo de la tierra, el hoy del ayer, el recuerdo del olvido. Una línea lejana que hace frontera con el abismo.

También está dedicado a todos aquellos que comparten o compartieron la vida con estas personas, y que de algún modo sufrieron y sufren la desolación de no ser recordados por quienes tanto amaron.

M.L.

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